En el caso del niño, al calor ambiental del verano hay que añadir el mayor número de horas que pasan al sol, jugando al aire libre en el parque, en la playa o en la piscina.
Durante estas situaciones el niño juega y se relaciona con sus amigos, lo que casi siempre se acompaña de mayor ejercicio físico, un aspecto éste último que debemos fomentar.
Es precisamente durante la realización del ejercicio físico cuando aumenta la temperatura corporal, aumentando con ello el gasto calórico de manera proporcional.
Para compensar este efecto hay un incremento de la circulación en la piel y una producción de sudor que pretende disipar este calor. La cantidad de sudor depende además de la humedad ambiental y del tipo de tejido o ropa que lleve el niño.